El recuerdo de Eduardo Palomo

Daniela Romo escribe para el diario REFORMA

Eduardo, una luz, una sonrisa, una ráfaga de energía armoniosa, amorosa. Una mirada que hurgaba en la otra, que tocaba el alma.

Una mirada transparente, profunda... y él todo lo profundizaba, pero de una manera tal vez lúdica, que parecía ligera, como si volara Palomo, Ángel se daba todo...

Era la época de los sueños, todos estábamos construyendo el nuestro de sketch en sketch, de drama en drama, de foro en foro, de disfraz en disfraz, cantando, bailando, riendo, llorando, buscando, aprendiendo, ávidamente con toda el alma.

En ese mundo nuestro lleno de cariños pasajeros, él sembró ese cariño imperecedero en todos los que estuvimos alguna vez alrededor suyo.

Pasaron años y me alegré al verlo triunfar en su expresión, actuando, cantando, escribiendo, como dirían los americanos del norte era un natural, me alegré al verlo alcanzar la plenitud del amor, su mirada cambió cuando se miró en Carina. El orgullo, la emoción y la alegría por sus hijos.

Y seguía soñando, seguía volando...

Fueron muchos, no sé cuantos momentos compartidos, uno que recuerdo en especial fue una comida que nos ofrecieron don Rafael Banquells y doña Dina de Marco, a quienes tanto adoro y extraño. Fue ésta una reunión de esas luminosas, entrañables, esas que me habitarán siempre por el placer de compartir tanta risa y tantos cuestionamientos.

Carina lo mencionó, tocó muchas vidas, tocó la mía y hoy estas palabras me traen las memorias, el silencio, los recuerdos, pero creo que todos habremos de recurrir a ellos en esa emergencia a la que nos condena el dolor de la ausencia física, inexorablemente, para rescatar su fresca sonrisa, para confortarnos...

Y sigue soñando, seguirá volando, con sus alas seguirá abrazando y protegiendo lo que tanto ama: su familia, su proyecto, su eternidad.

En todos y cada uno

Eduardo Luz, Palomo Ánge

Texto: Daniela Romo